Rosario Vázquez Angulo, mi tatarabuela.
Hace veinte años llegaron a mis manos unas fotocopias gastadas que contenían información escasa pero suficiente para saber que las dos mujeres escritoras cordobesas -madre e hija- a las que se referían los documentos eran mis antepasadas: Mi tatarabuela y mi bisabuela.
Hoy voy a presentar algo muy raro de encontrar: Un poema de mi tatarabuela junto a otro de mi bisabuela y uno mio.
Yo no conocí a ninguna de las dos, ni vivas ni muertas.
La memoria de su obra y de su vida no llegó hasta mi. Tan solo las fotocopias.
En 1991 visité Córdoba en busca de las huellas de Rosario Vázquez Angulo , la tatarabuela. Visité la calle en la que nació y murió y me enamoré de la ciudad, a la que no he vuelto nunca.
Rosario había sido una mujer importante en la vida cultural cordobesa de finales del siglo XIX y principios del XX. Cuando murió en 1915 el Ayuntamiento decidió concederle una sepultura perpetua, poner una placa en la casa en que nació y su nombre a una calle de Córdoba. La calle, por fin, se la han puesto hace unos años, no muchos.
En 2009 la escritora cordobesa Rafaela Sánchez Cano publica una obra en la que se recopilan algunos poemas de ella gracias , tal vez, a "otras fotocopias" que tenía guardadas un bisnieto de Rosario, Antonio Gómez Alfaro. El título es
Hacia la ruptura del canon: Rosario Vázquez Angulo
Copio aquí un poema de Rosario:
Mis insomnios
Tiende la noche
su negro velo
y triste el suelo
queda sin luz.
Yo entre los pliegues
de mi almohada,
sufro callada
mi negra cruz.
Cruz tan pesada
que el pecho siente
le falta ambiente
que respirar,
y en la tristeza
que me atormenta
sin darme cuenta
rompo a llorar.
En las tinieblas
de mi aposento
mi pensamiento
quiere volar
a esas regiones
de pura calma
donde haya el alma
su bienestar.
Cierro mis ojos
con el empeño
de que este sueño
sea ilusión,
pero mis nervios
salta de suerte
que hacen más fuerte
cada emoción.
Y una tras una
noche, en el lecho,
pasa mi pecho
sin descansar
y en la tristura
que me atormenta
sin darme cuenta
rompo a llorar
Año 1911
Hasta aquí Rosario, pero se abre ahora el capítulo de Concepción Alfaro de Velasco, una de sus hijas, la madre de mi abuelo.
El bisnieto de Rosario, con el que contactó Rafaela Sánchez, Antonio Gómez Alfaro, deduzco por los apellidos que será bisnieto, por parte de alguna hija, de los hijos varones de Rosario (Manuel o Alberto Alfaro Vázquez). Es posible que desconozca la obra de Concepción, que merece otra recopilación aparte.
Como muestra copio uno de los pocos poemas que tengo en mi poder:
FE, ESPERANZA Y CARIDAD
Excelsas virtudes que al mundo vinistéis
hermosas blandiendo la enseña de paz,
amor es el lema que al hombre le distéis
y amor tan hermoso desdeña procaz.
Así no es extraño que no halle en su anhelo
ni paz, ni alegría, ni dichas, ni amor:
La fe no lo eleva del mísero suelo;
ni allá entre celajes descubre a su Dios.
No espera, no ama; su ciego egoísmo
imprime a sus actos un odio fatal.
Él no ama a su hermano, se adora a sí mismo,
y ciego al abismo se lanza del mal.
Violentas pasiones furiosas agitan
vehemencias que abrasan aquel corazón,
y tal fuerza tienen que locas palpitan
rompiendo los diques de toda razón.
Excelsas virtudes que al mundo vinisteis
hermosas blandiendo la enseña de paz,
prended en mi alma ¿acaso no visteis
que vivo muriendo de angustia mortal?
Concepción escribió en periódicos y revistas andaluces. Murió en 1947, en Madrid.
Y antes de escribir mi poema voy a copiar uno de otro poeta de la saga, mi abuelo, hijo de Concepción y de nombre José (murió en 1968).
INGENUIDAD
Hijo mio, el reloj inexorable
mide el tiempo y la vida que nos resta.
Y mientras calla con la mano puesta
sobre un frondoso matorral de boj,
el niño, que, inocente, le escuchaba,
aprovecha la pausa, y muy prudente,
pregunta así a su padre, diligente:
¿Por qué das cuerda, entonces, al reloj?
Ahora va la mía, dedicada a la memoria de Rosario y Concepción, la abuela Concha que la llamaban.
POESÍAS
Concretar mi ser en un papel
una mañana cualquiera de domingo
no sirve de gran cosa si el que lee no quiere ver
lo que se esconde tras las letras.
Instantes de soledad o de cordura,
control del tiempo
que va fluyendo por las venas,
desasosiego, dudas, silencios,
Sombra de abismo,
incertidumbre,
nudo de aire.
Hay que tragarse los bloques de granito
y conseguir cagar puré de fresas.
Son los estómagos a prueba de poesías
los que consiguen digerir el miedo
que da el saber de nuestra ignorancia
compuesta de palabras mágicas.
En Nerja, año 1999