No hay putos, ni señoritos. Y de lo que no hay..no se habla. Tampoco existe una palabra específica para designar al consumidor de sexo, al que se le llama "cliente", como si fuera lo mismo contratar a un fontanero que contratar a una folladora. Tampoco existen los ninfómanos, porque lo que se considera una virtud masculina, en la mujer es visto como una enfermedad peligrosa. Estas tres palabras, puta, señorita y ninfómana, encierran toda una filosofía acerca de la sexualidad femenina en la que prefiero no detenerme para no terminar enfadada con quienes utilizan la lengua como instrumento de definición de la sexualidad femenina. Quienes entienden lo que quiero decir, sin más argumentos, saben lo que es el lenguaje sexista y también saben de la obstinación, de quienes no entienden, por negarse a que las reglas de la lengua la establezcan los hablantes todos, y todas, y no la autoridad competente.
Los significados de las palabras cambian con el paso del tiempo. También las palabras nacen, crecen y mueren. Cada cual cultivamos el huerto a nuestro estilo y hablamos desde el yo único y personal. Para crear un lenguaje que comunique lo que queremos tenemos muchos recursos. Cada hablante es dueño o dueña de sus palabras. Cuando el discurso es protagonizado por una mujer con conciencia de lo que es ser mujer en esta sociedad, las palabras que utiliza están cargadas de significados desde el punto de vista de una mujer con conciencia de lo que es ser mujer en esta sociedad. Son nuevos significados que vienen a añadirse a los tradicionales.
Lo que a algunas personas les cuesta entender es que crear lenguaje, hablar con nuevos significados, explicitar categorías del pensamiento, es tarea de quien lo desee. Poetas y literatos han ido recogiendo el sentir popular a su manera de hombres. Ahora las mujeres también hablan para todo el mundo (no solo para las mujeres). Ahora las mujeres también tienen poder para crear discurso, significados y nuevas palabras.